Cuando el capitalismo no existía



Corrían los early 2000’s, aún vivía con mis padres y lo que más me gustaba era coger mi bici Torrot de los 70’s color verde césped y recorrer el centro de la ciudad. Iba dando vueltas por El Carmen, el barrio que fue testigo de toda mi adolescencia, un barrio lleno de litronas por el suelo, punkis y gente de mal vivir, la gente que siempre me ha gustado. Junto con la bici, siempre iba acompañada de mi iPod (sonando algún tema de The Strokes) y obviamente mis pensamientos. Siendo hija única, estar sola conmigo misma siempre ha sido un placer que me gustado disfrutar, aunque esos pensamientos eran bastante más relajados que los de ahora: no tener constancia del capitalismo y todo lo que este conlleva me hacía vivir en una felicidad absoluta. En mis recorridos con la Torrot me gustaba pasar a ver a algún amigo que trabajaba en bares de la zona, hacer fotos a cosas con mi cámara de 3 megapixeles o simplemente pararme en algún sitio a hacer un descanso y observar el panorama sin ninguna preocupación. Siempre he sido una persona muy relajada que ha disfrutado mucho de mirar al infinito con la mente en blanco, algo que hubiera hecho más si hubiera sabido que la vida se iba a poner bastante seria en unos años, aunque honestamente fue bastante tarde cuando la losa del capitalismo me cayó en plena cara. 

No sé si en anteriores capítulos de este blog tan antiguo he hablado sobre esto, pero yo estoy hecha para la vida contemplativa, no me gustan las obligaciones y no hablo de trabajar, que tampoco, obligaciones tan estúpidas y necesarias como poner una lavadora o guardar unas zapatillas en un armario. Siempre lo hago bajo coacción y en última instancia. No me gusta planificar, porque eso significa que tengo una obligación no ahora, si no en el futuro, que ya me parece de locos. Lo que decía, el capitalismo me obliga a tener una vida que detesto, que es ocupar la mayor parte del día trabajando y pensar en el trabajo cuando estoy fuera de él. El capitalismo me coacciona y no hay manera de procrastinar este tema. Desde que vine a Barcelona a vivir, hay una parte de mí que es bastante infeliz y pienso mucho en eso. Entiendo que hay mucha gente que está totalmente anestesiada, con cero unidades de inteligencia emocional que no piensa más allá de ir al Primark a comprarse una faja o quedar con sus colegas a jugar al Call of Duty, pero una persona como yo es imposible que deje de pensar en el tipo de vida que el capitalismo me obliga a llevar, cuando en realidad estoy hecha para observar cómo este mundo se va a mierda desde un banco del parque. No caerá la breva de ver implosionar el planeta, que también ha sido oprimido por el hombre, y así no ir a trabajar y no rendir cuentas con nadie. Disociarme y dejar este mundo 3 horas el día es un reset que necesito, por eso a veces parece que estoy en otro sitio; algunos lo llamarán deficit de atención, yo lo llamo reiniciar windows y reinstalar el sistema. Me gusta el silencio, qué le voy a hacer. 

Supongo que esta visión tan catastrofista de la situación es el origen de todas mis ansiedades, pero ya no soy la que era y aunque no sé si me gustaría serlo llegados a este punto, a veces fantaseo con volver atrás, lo que significa trabajar en un recuerdo y ya sabéis que eso es lo que más detesto.


Un abrazo a mis reales.

LaMarabunta.

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