No puedo esconder más el sentimiento de frustración que me inunda en este momento. Dias, semanas, meses y años luchando contra lo mismo es altamente perjudicial para la salud. Ojalá la fuerza física fuera la solución, pero cuando todo se reduce a un esfuerzo mental y espiritual sin tregua ni descanso, la cosa se complica; Es inhumano.

Siempre he sido una persona de ayudar a los demás, mi madre decía, años ha, que me juntaba con los mas desgraciados de clase, y era cierto. Pero por una extraña razón me gustaba integrar a esas personas con ciertos problemas para sociabilizarse con el resto. Y con los años he trasladado ese sentimiento de comprensión y compasión al mismo tiempo, a tenderle la mano a todo aquel que creo que no tiene muy claro el camino a seguir, pese a no ser compensada de ninguna de las maneras, y aunque si que es cierto que hay veces que esperas ciertas recompensas, he terminado por asumir que es mejor dar lecciones creyendo que tus alumnos son desagradecidos. Y por eso me siento frustrada, cansada...y un sinfín de adjetivos que seria incapaz de escribir. Hay veces que necesitas una señal para saber que lo estás haciendo bien, que tus palabras no caen en lo mas profundo del olvido: Que alguien te mire a los ojos y que te diga lo mucho que agradece tu discurso.
Al ver que una persona a la que has querido durante mucho tiempo mirar hacia otro lado, desperdiciando otra oportunidad de darte un gesto, una palabra, un pestañeo como señal de agradecimiento, a una se le cae el alma a los pies. Pies cansados. Fatigados. Y miras el reloj pensando que todo ha sido una perdida de tiempo. De tiempo y de corazón. Porque hay palabras que no salen del ciberespacio.

Hay palabras y personas reales que valen su peso en oro.

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