No sé si es casualidad, pero justo cuando me estaba cagando en todo, el trabajo me ha encontrado. Ahora soy un poco menos agnóstica, porque reconozco que alguna vez, en la soledad de mi habitación he pronunciado hacia adentro, la famosa frase: Dios, si existes, mándame una señal.

Porque sinceramente, prefiero creer en Dios, que en el señor Rajoy, la verdad.

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