Qué bonita la soledad bien entendida, bien disfrutada y bien aceptada. Compartir es vivir, pero no estas más solo caminando en solitario. O pidiendo un menú individual en cualquier restaurante. Es preciso comprender que está en uno mismo ser feliz, y dejar que algo tan importante dependa de otra persona es un error que muchas veces cometemos.
Que necesarios los fracasos románticos, haciendo tu piel cada vez más dura, de lagarto. Un lagarto huidizo. Muchas veces las relaciones fallidas son el complemento perfecto para esa soledad, que muchas veces pesa y aburre. Y otras tantas, deprime. Te hace perder la fe en el compartir, hasta en el merecer.
Hace poco me hicieron la siguiente pregunta: ¿Qué sentirías si tu mejor amiga se enrollara con el chico que te gusta? Aunque suene muy duro, puede que nada. Después de todo, una ya pierde la capacidad de sorprenderse por este tipo de cosas.
Va pasando gente por tu vida, y pese a no generar expectativas, y estar cómoda con tu situación de chica blanca soltera, y nunca demandar cosas que sabes que es posible que no recibas (mucho menos de un cualquiera) hay veces que miras al otro lado de la cama y sientes cosas.

-Pero tu que necesitas?
-No necesito que me follen, lo que necesito es que me quieran. Necesito que me necesiten.


Así es. Porque por mucho que intentemos negar la evidencia, todos, en algún momento deseamos algo así. Y es esta necesidad la que hace muchas veces vendernos por debajo de nuestro precio, firmar contratos ilegales, y regalarnos al primero que nos presta un poco de atención. Y no.

Quierete tu, quierete mucho, y muy bien. Porque ahí esta la clave. Pide, exige, demanda. No te conformes con cosas que sabes que te quedan pequeñas. No te conformes con falsas promesas, con medias tintas. Pide lo que es tuyo. Lo que te mereces.

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