Lo hacemos y ya vemos.





El otro día me di cuenta que tenía una especie de nudo en el estómago. No era hambre. Tampoco nervios. No sé que coño era, la verdad. 
A la vista está, que expresarme nunca ha supuesto un problema para mí. Pero, ahora lo es. Y eso si que es nuevo. Me siento totalmente incapaz de verbalizar todo lo que me está pasando, y por eso estoy escribiendo esto ahora mismo. Podría ser un Diario de Marabunta, parte III. Podría no: #estapasando.

Estoy acostumbrada a que me pasen cosas malas, y la putada de esto es que al final te mueves más cómodamente entre mierda, y te sabes gestionar mucho mejor. Es triste, pero así funciona esto. En el último año, he tenido que lidiar con personajes de dudosa procedencia y reputación (Saludos, shavaleh!), algo que me hizo perder cualquier tipo de esperanza en ningún tío. Afortunadamente, sé que no estoy sola en esto. Muchas somos las damnificadas en esta guerra de la nueva era del Tinder.

Pero un día, la realidad te da una buena guantá sin mano, en forma de persona del género masculino. Podría adornar este relato, podría dar mil y una vueltas. No lo haré. 
Uno no elige ni cuándo, ni cómo, ni dónde se enamora. Si eliges como afrontar eso. Eliges desconfiar, eliges huir, eliges ponerte en lo peor, eliges conformarte, eliges creer que todo es mentira. 
No hay tiempo. Quién dice qué es rápido, o lento. Nadie. Pero es inevitable sentir vértigo ante emociones que hacía mucho tiempo que no sentía. Unos pensarán que es demasiado pronto para enamorarse, pero si esperas, puede que sea tarde. Nadie sabe nada, como dato. Verbalizar todo esto da miedo. 

Porque cuando tus sentimientos salen de excursión al exterior, lo que tu pensabas que era una puta fantasía, se convierte en una realidad que acojona. 

Y así me siento yo un poco. 

Pero bueno.

Lo hacemos, y ya vemos.

Comentarios

Entradas populares