Desde alguna playa del Maresme, observo de lejos Barcelona. No puedo evitar emocionarme. Hace ya tres años que llegué y tengo sensaciones encontradas. Siento que he vivido como dos vidas, y al mismo tiempo, parece que fué ayer cuando lloraba al pensar que dejaba en Valencia mi vida entera.

Por aquel entonces tenía aprecio a personas y a cosas, que ahora desprecio. Por aquel entonces, mi vida era otra, hasta yo era otra.

Y es que al final, no puedes preveer nada. De nada sirve construir sobre una idea o suposición, porque una de las cosas que seguro no es la vida, es previsible. Cuantas veces imaginé mi vida en barcelona en el año 2019, y os aseguro que no es ni la sombra de lo que es ahora. 

Pocas personas saben todo lo que he tenido que pelear para encontrar mi sitio. Cuantas decepciones he tenido que superar, y cuanto he tenido que crecer para llegar donde estoy. Pero aquí estoy. No way.

Una vez alguien me dijo: Trasciende amiga, trasciende. Y es lo único bueno que pude obtener de esta persona. Y eso hice, he trascendido de muchas cosas, sobretodo del pasado, porque de nada sirve mirar atrás y pensar que hubiera sido de uno mismo si hubiera actuado diferente. 

Yo vine a Barcelona por amor, o por desamor, según se mire. A veces, lo que uno piensa que es el final, es sólo el principio. Quién sabe si estos tres años, han sido solo el entrenamiento de algo. Yo vine a Barcelona por amor, y por amor estoy. No importa que pasó entre el punto A y el punto B, lo único que sé es que 3 años más tarde, aquí estoy. Aquí sigo. 


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